
Tambora
La música de Tambora es parte importante del folklore de Sinaloa, es el eje fundamental de nuestra cultura musical y la llave que nos ha permitido llevar a otros estados del país y a algunos países del extranjero.
Es pegajosa, agradable y adaptable a diferentes estructuras musicales, cuenta con ese algo especial que la hace ser muy diferente a otras bandas, inclusive entre las diferentes zonas del estado contienen diferencias de estilo que en lugar de limitarla la engrandecen y así encontramos que hay diferencias en cuanto a la forma de tocar de acuerdo a las diferentes zonas de nuestro estado, que proyectan la esencia de las comunidades que le han dado origen.
Las Tamboras tiene su origen en el Siglo XIX, no es sino hasta mediados de los años 30′s, y con mayor fuerza en los 50′s que las tamboras empiezan a surgir por todo el mapa de Sinaloa, no hay pueblo o comunidad rural que no quiera ser representada musicalmente por una banda, todos se pelean por el honor de ser los favoritos en el gusto de las gentes y esta efervescencia da por resultado que de muchos poblados emigraran bandas a los principales municipios del estado a probar suerte y fortuna.
El numero de integrantes que se necesita para formar una Tambora, oscila entre los 14 y 20 elementos, mismos que tocan instrumentos como: trompetas, trombones, clarinetes, tuba, tambora, bajo, tarola y los platillos, en su mayoría se le ha introducido vocalistas y un mayor numero de instrumentos bases y nuevas percusiones, con la intención de darle mas fuerza musical a sus interpretaciones. Estas bandas han modificado el contexto original agregando un sabor muy propio que no pocas Tamboras Sinaloenses han tratado de imitar.
Banda
Mazatlán tuvo sus primeros pobladores de habla hispana por el año de 1531, pero fue hasta el 15 de diciembre de 1821, en que la Junta Gobernativa de México lo declaro puerto de altura, dejando abierto al comercio extranjero el lugar. Muy poco duro la disposición a causa de la revolución de Iguala, sin embargo el primero de febrero de 1838 es rehabilitado como puerto altura. Desde esta remota época empiezan a llegar comerciantes y aventureros en busca de fortuna, siendo ya por los años de 1840 notable el aumento de población de extranjeros, dominando los europeos.
Así llegan a estas tierras los hermanos Jorge y Enrique Melchers acompañados de Celso Fuhrken, formando el 1 de enero de 1840 el negocio mercantil “Melchers Hnos. y CIA.” Cuya comercial era de lo mas variada, había desde herramientas para la minería, muebles para el hogar, toda clase de ferretería y contaba dentro del giro con instrumentos musicales, operaba también como casa bancaria (en ella se hacían tanto operaciones comerciales como bancarias). Creció dicha compañía al ritmo que crecía el puerto, ya que para los años de 1860 habían abierto sucursales por todo el país promoviendo sus artículos.
Sus socios siendo numerosos y de origen alemán sintieron la nostalgia de su tierra, edificaron chalets estilo europeo, iniciando también obras de ornato, destacando principalmente el hermoso kiosco de la Plazuela Republica, la glorieta de Germania, así como el paseo Clausen. Sin embargo les hacia falta aquellas bandas que escuchaban en su tierra y trajeron los instrumentos necesarios para interesar a los lugareños; así se forman las primeras bandas de música de viento – como se les llamo al principio por los mazatlecos-. Los músicos de cuerda que ya existían, eran exclusivos de la aristocracia y solamente en sus fiestas se escuchaban.
La tambora (como se empezó a llamarse por las audiciones que daban en los kioscos), inmediatamente se identifico con el pueblo, y este con ella, sintiendo que era su música, la música del campo, la única de los de abajo, y así surgen por todos rumbos las bandas que tocaban en las plazuelas, en los bailes populares y aun en los entierros. Siendo campesinos lo músicos en su mayoría, era en el fin de semana cuando se convertía en parte de la banda. Aun recuerdo por los años treinta, cuando el sábado por la tarde a eso de las tres, salía a la banqueta de su casa el director de la banda a sonar estrepitosamente la tambora, a fin de reunir los músicos para la escoleta, quizá recordando que en la época prehispánica era esa una forma de comunicaciones. Al final de los tamborazos, para destacar la primera llamada dejaba un espacio de tiempo y daba un solo golpe el instrumento.